

9 Poemas célebres sobre la muerte para reflexionar
Muchos se pasan la vida ignorando la muerte, otros tratan de entenderla porque saben que esta forma parte de la vida misma. Los escritores, sin embargo, no suelen ignorarla, sino que al contrario la contemplan y escriben sobre ella. Prueba de esto son los bellos poemas sobre la muerte que estos han escrito.
Algunos la contemplan como un misterio trágico, otros afirman que hay situaciones peores que morir. A continuación, te compartimos algunos de los versos más destacados.
Grandes Poemas de Muerte
La muerte en la poesía es un tema recurrente. Leer lo que los poetas de diferentes épocas y partes del mundo tienen que decir sobre este tema es más que interesante.
1
Más o menos la muerte – Mario Benedetti
La muerte es sólo un niño
de cara triste
un niño
sin motivo
sin miedo
sin fervor
un pobre niño viejo
que se parece
a Dios.
A veces
sin embargo
es tan sólo un silencio
sin pasado
sin molde
sin olor
un silencio en que ladran
los perros
esos perros
y uno se pregunta
quiénes son.
Otras veces.
Otras veces
es una niebla espesa
que se mete en los ojos
que destruye la voz
y lo arrincona a uno definitivamente
bueno
definitivamente no
tan sólo hasta que uno
se siente
sin amor.
A veces.
Pero es raro.
Por lo común la muerte
es solamente un niño
de cara triste
un niño
que sale de la noche
sin motivo
sin miedo
sin fervor
un pobre niño viejo
que deja caer su mano
sobre mi corazón.
2
Muerte –Rainer Maria Rilke
Ante nosotros se encuentra la gran muerte
nuestro destino se mantuvo cerca en sus silenciosas manos.
Cuando con orgullosa alegría levantamos el vino tinto de la vida
para beber profundo de la mística copa brillante
y el éxtasis a través de todos nuestros saltos del ser.
La muerte inclina la cabeza y llora.
3
Remordimiento por cualquier muerte – Jorge Luis Borges
Libre de la memoria y de la esperanza,
ilimitado, abstracto, casi futuro,
el muerto no es un muerto: es la muerte.
Como el Dios de los místicos,
de Quien deben negarse todos los predicados,
el muerto ubicuamente ajeno
no es sino la perdición y ausencia del mundo.
Todo se lo robamos,
no le dejamos ni un color ni una sílaba:
aquí está el patio que ya no comparten sus ojos,
allí la acera donde acechó su esperanza.
Hasta lo que pensamos podría estarlo pensando él también:
nos hemos repartido como ladrones
el caudal de las noches y de los días.


4
Balada sobre la piedra que llora – Alejandra Pizarnik
la muerte se muere de risa pero la vida
se muere de llanto pero la muerte pero la vida
pero nada nada nada
Ver también: Poemas cortos de autores célebres
5
Muerte, Si Otra Muerte Hubiera – Nicomedes Santa Cruz
Muerte, si otra muerte hubiera
Que de ti me libertara
a esa muerte pagara
porque a ti, muerte te diera.
(Anónimo)
La Señora Silenciosa,
La Veterana Infalible.
La Muerte, cosa terrible,
La Muerte… ¡tremenda cosa!
Qué fuerza tan misteriosa,
Implacable, traicionera:
Llegas al que no te espera,
huyes del que te reclama,
ríes del pobre que clama:
¡Muerte, si otra muerte hubiera…!
Muerte, yo te desafío,
tu presencia no me extraña,
me burlo de tu guadaña
y de tus huesos me río.
Muerte, yo te desafío,
tu presencia no me extraña,
me burlo de tu guadaña
y de tus huesos me río.
Muerte, no le temo al frío
Que los corazones para.
Muerte, si otra te matara,
al saberte ya destruida,
con la prenda más querida
a esa Muerte pagara.
Muerte que todo lo callas
estás en todo lugar,
en las nubes, en el mar,
en los campos de batalla.
Cada bala de metralla
es tu palabra certera…
Si de otra muerte muriera,
si otra muerte me llevase
a esa Muerte pagase
porque a ti, muerte te diera.
Poemas de muerte y dolor
Estos poemas sobre la muerte expresan el dolor de los poetas al contemplar la idea del morir. Estos poemas tristes sobre la muerte han trascendido el tiempo.
6
Enseña cómo todas las cosas avisan de la muerte – Francisco de Quevedo
Miré los muros de la Patria mía,
Si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
De la carrera de la edad cansados,
Por quien caduca ya su valentía.
Salíme al Campo, vi que el Sol bebía
Los arroyos del hielo desatados,
Y del Monte quejosos los ganados,
Que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa; vi que, amancillada,
De anciana habitación era despojos;
Mi báculo más corvo y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espalda,
Y no hallé cosa en que poner los ojos
Que no fuese recuerdo de la muerte.
7
Pablo Neruda – Solo Muerte
Hay cementerios solos,
tumbas llenas de huesos sin sonido,
el corazón pasando un túnel
oscuro, oscuro, oscuro,
como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel del alma.
Hay cadáveres,
hay pies de pegajosa losa fría,
hay la muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido de perro,
saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,
creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.
Yo veo, solo, a veces,
ataúdes a vela
zarpar con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas,
con panaderos blancos como ángeles,
con niñas pensativas casadas con notarios,
ataúdes subiendo el río vertical de los muertos,
el río morado,
hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte,
hinchadas por el sonido silencioso de la muerte.
A lo sonoro llega la muerte
como un zapato sin pie, como un traje sin hombre,
llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.
Sin embargo sus pasos suenan
y su vestido suena, callado como un árbol.
Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,
pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas,
de violetas acostumbradas a la tierra,
porque la cara de la muerte es verde,
y la mirada de la muerte es verde,
con la aguda humedad de una hoja de violeta
y su grave color de invierno exasperado.
Pero la muerte va también por el mundo vestida de escoba,
lame el suelo buscando difuntos;
la muerte está en la escoba,
en la lengua de la muerte buscando muertos,
es la aguja de la muerte buscando hilo.
La muerte está en los catres:
en los colchones lentos, en las frazadas negras
vive tendida, y de repente sopla:
sopla un sonido oscuro que hincha sábanas,
y hay camas navegando a un puerto
en donde está esperando, vestida de almirante.
8
Tú también debes morir, Polvo Amado – Edna St. Vincent Millay
Y tú también debes morir, polvo amado,
Y toda tu belleza no te servirá de nada;
Esta mano impecable y vital, esta cabeza perfecta,
Este cuerpo de fuego y acero, antes de la ráfaga
de la Muerte, o bajo su escarcha otoñal,
será como cualquier hoja, no estará menos muerta
que la primera hoja que cayó, -esta maravilla huyó.
Alterado, distanciado, desintegrado, perdido.
Ni mi amor te servirá en tu día,
A pesar de todo mi amor, te levantarás
sobre ese día y deambularás por el aire
oscura como la flor desatendida,
No importa lo hermosa que fuiste
O cuán amado por encima de todo lo mortal.
9
Muerte Mía – Meira Delmar
La muerte no es quedarme
con las manos ancladas
como barcos inútiles
a mis propias orillas,
ni tener los ojos,
tras la sombra del párpado
el último paisaje
hundiéndose en sí mismo.
La muerte no es sentirme
fija en la tierra oscura
mientras mueve la noche
su gajo de luceros,
y mueve el mar profundo
las naves y los peces,
y el viento mueve estíos,
otoños, primaveras.
¡Otra cosa es la muerte!
Decir tu nombre una
y otra vez en la niebla
sin que tornes el rostro
a mi rostro, es la muerte.
Y estar de ti lejana
cuando dices “La tarde
vuela sobre las rosas
como un ala de oro”.
La muerte es ir borrando
caminos de regreso
y llegar con mis lágrimas
a un país sin nosotros
y es saber que pregunta
mi corazón en vano,
ya para siempre en vano,
por tu melancolía
Otra cosa es la muerte
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